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Hay mentiras que no permiten crecer, pero lamentablemente calientan cuando hace frío.

  • Foto del escritor: Diana Yaz
    Diana Yaz
  • 8 ene 2022
  • 1 Min. de lectura

“ Sé que me miente pero ahí sigo, me enoja pero a la vez escuchar sus mentiras calma mi angustia. Me gusta escucharlas, esas mentiras tocan una verdad en mi que me mantiene en la relación”.

Estas son palabras que alguna vez una paciente mencionó, y deja en claro algo que le pasa a mucha gente: las mentiras del otro despiertan la fantasía que uno anhela escuchar y creer esas mentiras calman temporalmente la angustia de perder la relación, perder a un alguien que “dice” querer.

Hay gente que puede soportar todo (patología mediante) menos el perder al objeto amoroso. La pérdida para ellos resulta catastrófica, desgarradora, ¿porqué? Eso depende de cada historia y es justo lo que la trama terapéutica debe desentrañar, pues en esa relación se juegan otras perdidas anteriores que probablemente no han podido ser tramitadas.

Hay mentiras que calman, que evitan que enfrentemos lo que psíquicamente resulta el peor de los monstruos, la pérdida. Pero ¿Qué tanto se pierde por no querer perder?

¿Hasta donde han llegado con tal de no perder?

¿Qué es lo peor que han tenido que soportar?




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